A mi juicio, partimos de dos conceptos erróneos: uno es que
la única forma de impedir una dictadura es mediante la democracia. El otro, es
que la única forma de solucionar los problemas de la organización corrupta u
obsoleta, es destruirla.
Terminada la dictadura franquista,
parecía evidente que la única forma de impedir una toma del poder por parte de
los militares era el ejercicio de la democracia mediante el voto. Sobre todo
después del fallido golpe de estado del “23 –F”. Y era verdad. Mientras un
ejército basado en la ideología del antiguo régimen era reformado, hasta
convertirse en el garante de la Constitución que es hoy (salvo pintorescas y
esperpénticas declaraciones, que sin duda deben ser “anotadas”) la población se
concienció que sin su voto “el monstruo de los 40 años” podría retornar.
Pues bien, el tiempo ha pasado. Las
tropas que nos defienden han ido incluso al frente siguiendo una orden
gubernamental rechazada por el pueblo en más de un 80 %. En ese momento, a
nadie se le ocurrió pensar que, apoyándose en la masiva voluntad popular, las
fuerzas armadas pudieran aprovechar la ocasión para usurpar el poder. Al revés,
muchos entregaron su vida con una obediencia, si se me permite, “más allá del
deber constitucional”, en vista del escaso apoyo de la población hacia dicha
misión bélica. Una misión que no hubiera tenido los votos suficientes si el
pueblo hubiera sido consultado mediante referéndum.
Con la entrada la “OTAN” y la
inclusión en la “CEE”, se hacía ya difícil imaginar un contexto en el que el
ejército pudiera dar un golpe. La democracia estaba asentada. Y ahí metimos la
pata. Nos olvidamos de que la democracia es una responsabilidad conjunta, no un
beneplácito que se le da a los partidos para que hagan lo que quieran. Y hemos
aceptado que estos no aten las manos. Los partidos políticos se han creado una
democracia la carta, “enferma” a propósito. Y no tienen ninguna intención de “rehabilitar
al paciente”. Algunas de las dolencias crónicas del paciente son las
siguientes:
-Es imposible que una iniciativa
popular, sin el apoyo de las esferas políticas, salga adelante. Cuando en otros
países basta con 50000 firmas para llevar adelante una proposición popular, en
España hacen falta 500000 firmas. Y aún saliendo adelante, la decisión no es
vinculante, al revés que en otras naciones. Es decir, “la soberanía popular
reside en el pueblo”, pero al final este es “imbécil” y no sabe lo que le
conviene, por lo cual hay que “guiarle”.
-Durante años nos hemos quejado de
que las listas electorales sean cerradas. Cuando parece una idea lógica: si yo
elijo al representante de mi zona, éste se va a preocupar seriamente de hacerlo
lo mejor posible si quieres seguir en el cargo y presentarse a nuevas
elecciones. O incluso si quiere mejorar su posición. Pero no, todo nos vienen
en un paquete cerrado. Sé que hay quienes defienden este modelo. Pero
personalmente, no acabó de verle el lado bueno. Al igual que ocurre en otros
países, donde al parecer no han caído en las maravillas del “paquete cerrado”.
-Otro
fallo de nuestro sistema, es la no limitación de las legislaturas. La historia
ha demostrado que un presidente que está más de dos legislaturas, es un error. El
miasma de corruptelas que se genera alrededor del "Gran Hermano" no
sólo corrompe la democracia, sino que inhabilita al partido una vez que éste
cae, tardándose demasiado en sanear al mismo. Así, los procesos de renovación
interna de los grupos políticos hacen que el electorado se desengañe aún más,
produciéndose un vacío que es aprovechado por el grupo contrario.
-¿Por
qué no podemos votar en las decisiones fundamentales con las que nos torean los
partidos, según entran y salen en el gobierno de la nación? Temas tales como el
aborto, los tan traídos recortes actuales, las guerras (al menos cuando en el
congreso de los diputados la decisión de ir a un conflicto se sostiene sólo en
la mayoría de un partido), temas relacionados con la educación, religión, etc.,
no son consultados al pueblo
Hace pocos días veía con sorpresa
que no es tan difícil consultar al pueblo. En un programa de televisión se nos
mostraba como esta consulta no requería de medidas especiales. Se podía votar
por correo, se podía dejar votar al ayuntamiento… Hasta hace no mucho, yo
pensaba que el problema residía en los costes y en el control de los votos por
los inspectores de mesa habituales en los tradicionales referéndums donde el
voto va a parar a una urna, que luego es abierta y revisadas minuciosamente. Y
me decía que hay medios alternativos: se podían habilitar los cajeros
automáticos, para que funcionasen como urnas. Así, el ciudadano sólo tenía que
ir a votar a una sucursal. Después de verificarse su identidad ante unos
inspectores designados como siempre, el votante usar su tarjeta para introducir
su voto en un programa informático, sale con un resguardo de su votación con
una clave personal y aleatoria que le permite controlar que su voto no ha sido
modificado malintencionadamente, y punto. Igualmente se podría hacer mediante
Internet. Pero he aquí, que en otros países, ya solucionaron ese problema hace
años. Y la democracia, es real. Con fallos, evidentemente. Con controles sobre
qué se puede votar o no. En un momento determinado, “un caso sangrante”, puede
hacer que la población tienda a dejarse llevar por la ira y esté dispuesta a
aceptar medidas xenófobas, sexistas, etc. ¿Pero no es mejor que lo que tenemos?
-Otro asunto preocupante es la
participación ciudadana en las urnas. Evidentemente, no creo que el ir a las
urnas deba ser obligatorio. Pero me preocupa significativamente el resultado
final dependa, mayormente, de un grupo de "fieles" seguidores del
partido, al cual se vota incluso aunque se esté en franca oposición con algunos
de sus postulados. En mi opinión, que sin duda contiene muchos errores, los
votantes de derecha son más fieles que los de izquierda. Los votantes de
izquierda son más críticos y castigan a” sus representantes" depositando
sus votos en otras formaciones políticas, o bien absteniéndose. Esto produce un
efecto beneficioso para el contrincante, ya que la alternativas de izquierda (y
las de derecha también) no son capaces de aglutinar un número suficiente de
votos como para hacerse fuertes y presentar cierta resistencia a la mayoría
absoluta, que en este país parece más bien "absolutista". Eso, sin
olvidar que la actual asignación de escaños no parece muy justa. Aunque estoy
seguro de que equilibrar porcentajes no debe ser una tarea fácil. Pero también
estoy seguro de que en otros países ya se habrán visto con tesitura y pueden
servirnos de referencia. Pero si en algo destaca España, es en su manía de no querer
aprender de nadie. Tomemos por ejemplo el tema de la educación. Hay varios países
que destacan por su éxito en esta materia: Finlandia, Hong Kong, Canadá,
Taiwán, Estonia y Japón. Como se verá, algunos países presentaron resultados
que no hubiéramos esperado. O mejor decir, que yo no hubiera esperado, como son
el caso de Taiwán y Estonia. Sin duda, un efecto de mi ignorancia.
¿Qué hace que este estúpido país
lleve décadas jugando con la educación? ¿Por qué son nuestros partidos
políticos tan soberbiamente egoístas como para no sentarse hasta llegar a un
acuerdo que presente un texto común, con puntos en conflicto, cuya aceptación
deba ser aprobada por el pueblo en referéndum? Para mí la respuesta es clara: a
los partidos políticos les importa una puta mierda todo aquello que le pueda
restar poder y capacidad de manejar nuestra raída democracia a su antojo. A tal
punto, que incluso disentir dentro de la estructura del partido es un acto de
traición, que se paga con una multa. Deberíamos hacer lo mismo que hicieron
hace siglos cuando en el Vaticano se pegaron varios años sin ser capaces de
elegir al futuro Pontífice: encerrarlos a todo bajo llave hasta que tomasen una
decisión. "Con llave", el origen de la palabra "Cónclave"…
¡Vale, vale, comprendo que no se puede hacer! Pero hay otras formas:
manifestaciones, envío de correos masivos, apertura de grupos de Facebook para
ver cuánta gente se une a una o a un grupo de ideas, intentar usar la red de
redes para motivar a la ciudadanía de los distintos países europeos a forzar el
desarrollo de una nueva política comunitaria… Y todo sin romper la estructura
democrática. Porque nuestra democracia necesita una evolución, no una
revolución. La idea de destruirlo todo, empezando por forzar "el
cierre" del gobierno que, nos guste o no (entre ellos a mí) ha sido
elegido en las urnas, es abrir la puerta al final de la democracia.
Aunque, nuestra democracia está
herida de muerte, si no reaccionamos. Los partidos políticos y los gobiernos
que salen de ellos no son más que títeres de los grandes intereses comerciales.
Títeres o rémoras de las entidades bancarias que durante años han estado
financiando generosamente, de una u otra forma, sus presupuestos económicos. Y
que obtienen beneficios de ello. Grupos políticos y grupos bancarios van unidos
de la mano por un sendero trazado en común. Se suponía que rescatando bancos se
libraría a la población de las tragedias que estamos viviendo actualmente:
desahucios, recortes sanitarios, despidos "a la carta"… ¿Y qué es lo
que tenemos? Que poco a poco nos vamos acercando a un fascismo económico. Un
fascismo que no se corta a la hora de emplear las grandes armas de siempre:
buscar uno o varios enemigos con los que distraer la atención pública; generar
divisiones entre los distintos grupos de población; hacernos creer que todos
somos culpables (si acaso todos somos responsables, y eso siendo generosos) y
que dejándonos con una sanidad y un sistema educativo tercermundistas todo va a
ir mejor. Por supuesto, para que todo vaya mejor, hay que crear un ambiente
bélico sin armas. Para lo cual, lo único que se necesita es llenar de miedo a
la ciudadanía. Un miedo constante, invalidante y desesperanzador. Uno, en el
que disentir sea traición. Y para proteger a "la buena población que no
sale a la calle" se empieza a hacer un uso desmedido de las fuerzas de
seguridad del Estado, de los medios de comunicación (dirigiéndolos, o denostándolos
cuando conviene). La policía, que es otro grupo afectado por los recortes, se
ve obligada a ejercer una función represora, muy lejos de la función protectora
para la que está creada. Al igual que los bomberos de la novela
"Fahrenheit 451", que estaban encargados de quemar los libros en vez
de apagar incendios, los cuerpos policiales están siendo forzados a llevar a
cabo una serie de acciones para las que no fueron creadas. Y lo malo, es que la
población está empezando a verlos como enemigos. Yo no creo que lo sean. Son
sólo víctimas más de un sistema que manipula la información para dividirnos aún
más. Porque si bien es cierto que ha habido cargas policiales despreciables, no
es menos cierto que, amparados en la buena voluntad de quienes salen la calle a
quejarse, se encuentran asquerosos y peligrosos grupos violentos a los cuales
la democracia, la tolerancia, el respeto y el juego limpio les importa una
mierda. Son esos extremistas de todos los colores, que perjudican a una
sociedad que sólo quiere salir de esta crisis, arrimar el hombro y proponer
ideas. Y que sólo pide juego limpio: que se vea las identificaciones de la
policía que le detienen, que los terroristas encapuchados que echan a perder
las movilizaciones se queden en las cloacas de donde nunca debieron salir… y
que los políticos y banqueros está jugando con este país se dejen de tonterías.
El gran problema de estos enemigos de la libertad es que, pese a todo, la
población española es lo suficientemente inteligente para saber que el problema
no es local, sino global. Que no hay una solución únicamente para España y otra
para los demás países. Que lo que ocurre aquí ya ocurrido en Portugal, en
Grecia, etc. Y, que de seguir así, ocurrirá en el resto del planeta. Ya no es
una cuestión de salvarse uno, es una cuestión de salvarnos todos. Los problemas
exceden a lo económico. Afectan a la ecología, a los derechos humanos y a un sistema
de consumo desaforado para el cual ya no existen recursos utilizables, y que
debe ser remodelado. Estamos en uno de sus momentos de la historia, en el que o
mejoramos ya y rápidamente (sabiendo que aun así vamos a pagar una dura deuda
global) o mandaremos a las próximas generaciones a una nueva "Edad
Media". Que los niños que hoy juegan a nuestro alrededor tengan un mañana
que no nos reprochen no va a depender de una empresa, de un banco… Dependerá de
nosotros. Y para eso necesitamos una democracia que funcione. Y no la bazofia
que tenemos ahora. Porque si no estaremos votando para nada.
Ildefonso González Sarmiento
01/11/2012
2 comentarios:
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