Los periódicos de la localidad, estos periódicos tan asustadizos, han escritos hoy unas palabras terribles: Un alemán que se escapa. Y todo ha sido porque un marinero del "kaiser Williams" se ha marchado sigilosamente del cuartel de artillería.
El navío "Káiser Williams"(Káiser Wilhem), en batalla.
En el Casino de la ciudad han dicho:-"Anoche se escapó un alemán. Es una gente admirable"-. Los ciudadanos de la ínsula sienten una profunda admiración por los alemanes que se fugan. Ellos, los insulares, también anhelan fugarse. La ínsula es como un inmenso presidio. Hay un mar de tres días que es una reja de hierro. Cuando los insulares se acercan al muelle a contemplar el mar parecen hombres encadenados que esperan un indulto. El indulto es un barco. ¡Y ahora, no hay un barco que llegue!
El marinero fugado, era un hombre rubio y rojo, que todas las cosas las miraba dos veces de una rápida vez. El cruzaba las calles, sonriente. Tenía el unánime aspecto de todos los militares alemanes. Había aprendido a decir unas palabras castellanas: "Nosotros daremos a ustedes Gibraltar. Alemania es la mejor amiga de España".
Y los señoritos crapulosos cuando se encontraban en las tabernas del muelle al alemán fugado, brindaban por el Kaiser y por Wagner. Wagner acababa de triunfar en la ínsula, a fuerza de germanofilia. Nosotros hemos oído cantar "Aída" en las tabernas y hemos oído decir a los cantores que era de Wagner. Wagner es el más popular de los músicos, pero en el teatro insular no se ha cantado sino "Lucía de Lammermmor" y "Hernani".
El alemán fugado, estaba todas las tardes en la relojería de Carlos. En esta relojería se exhibe el radio de Nauen. Carlos es un relojero geométrico que tiene una señora llamada Hildegarda y unos chiquillos que parecen juguetes de trapo rellenos de serrín patriótico.
Carlos, era un buen amigo nuestro antes de la guerra. Después de la guerra, como nosotros hemos dicho que el Kaiser era un hombre de relativa educación, Carlos se ha enfadado con nosotros y no nos envía el saludo. Y dice, en alemán, a sus compatriotas: "Ese señor que pasa por enfrente, es un enemigo nuestro." Y Carlos y sus amigos están disgustados con nosotros. El alemán fugado nos conocía también y nos odiaba. Pero nosotros tenemos una diminuta significación política y es, por lo tanto, vano este odio alemán de Carlos y sus octaédricos compatriotas.
Y, sin embargo, el alemán fugado pensaba demasiado en nosotros. Al huir del cuartel, es seguro que nos habrá recordado y habrá dicho:-"Yo huyo y el amigo 'aquél'(yo) se pondrá furioso." Y, efectivamente, nos hemos enfurecido. Pero ha sido sólo un furor aparatoso, de escenario. El alemán se marchó y la neutralidad ha sufrido un golpe terrible desde luego. Mas todos ellos debieran fugarse; la ínsula estaría mejor sin ellos. Solo los viejos ingleses del mercado, tan amables en su seguridad del triunfo futuro, tan discretos aguardando el telegrama de Carnavon que llega por la mañana. Tan flemáticos y limpios diciendo: "Hemos avanzado veinte yardas. Hemos rechazado tres golpes de mano."
El alemán huído estaba trajeado como los marineros españoles. Los soldados de España se asombraban un poco de la limpieza del teutón, porque éste recibía todos los días de sus compañeros unos violentos baldes de agua, como si fuera su pecho el piso de un portal o los mármoles de una escalera regia. Los pies del alemán eran blancos y brillaban como los clásicos cascos guerreros. El soldado español, se asombraba... ya sabemos que él tiene unos pies jaspeados y dificultosos. El soldado español puede comprender, sin asombro, la fuga del alemán, pues para unos pies tan limpios y ligeros parece no haber caminos torpes ni abruptos senderos.
Y he aquí todo el secreto: el alemán se ha marchado porque tenía unos pies enjabonados, albos. El alemán se esconderá en la bodega de un barco español, a la vista de todos, luego se meterá en el furgón de un tren y se disfrazará de suizo al fin, que es el disfraz más neutral, menos definido, y llegará al frente teutón un día, donde luchará con una bomba en la mano-su propia cabeza- y un pensamiento prestado; mientras, aquí, Carlos, el relojero amigo, se queda junto a sus relojes que no adelantan nunca, acariciando las albinas cabezas de sus cachorros y besando con un beso científico y reglamentario la faz de su mantecosa Dorotea.
Los periódicos aliadófilos de la ínsula han protestado con un diluvio de frases hechas de la fuga de nuestro enemigo el alemán. Los periódicos germanófilos de la ínsula no ocultan el regocijo por esta fuga; y el chimpancé exportador que mandaba sus frutos a Hamburgo y que era germanófilo por un chelín de diferencia en huacal, aguarda ingenuamente la devolución que el peñón que el alemán fugado le ha prometido, una noche, en la taberna del muelle, entre unos vasos de cerveza y frente al albayalde de cuatro mozas alquiladas.
En esta taberna hay un mapa de España, sucio y borroso, como si una mano política lo hubiese dibujado. El alemán, ofrecía el peñón señalando con un dedo en Algeciras y diciendo, embriagado como un estudiante de filosofía: "Esto, esto, que estar aquí, ser de España. Nosotros darlo a España después de ganar guerra..."
¡Qué esperanza!
¡Qué esperanza!
Gran Canaria [21-V1918]
"La Publicidad"
Nota: Como señala el editor de la recopilación "Alonso Quesada- Obras Completas- Prosa- Insulario- Tomo VI", don Lázaro Santana, los corchetes indican la fecha de publicación el periódico "La Publicidad".
Nota: Como señala el editor de la recopilación "Alonso Quesada- Obras Completas- Prosa- Insulario- Tomo VI", don Lázaro Santana, los corchetes indican la fecha de publicación el periódico "La Publicidad".
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