Se me ha perdido una cabecita de mármol.
Pequeña, como suspiro de niña.
La encontré en una exposición de Rodin.
Una exposición impresionante, inimaginable en Las Palmas.
Cuando entré en la galería de arte fui buscando lo que todos:
"El Pensador". El hombre de la mandíbula rígida,
tanto que su rostro me recordaba el de Paul Klee,
con las facciones esculpidas, "a dolor", por la esclerodermia.
Y allí estaba "El Pensador"
Busqué también a los amantes de "El Beso":
Allí estaban. Manando desde un mármol espumoso,
hasta hacerse sólidos en su amor.
Me pregunté: ¿Si con sólo dos obras me siento sobrepasado
incapaz de aguantar más sin caer en un abismo de mi mente,
qué podrá ocurrirme si continuo la visita?
Pero la tentación me pudo.
"Las Puertas del Infierno", con sus oscuros hierofantes,
me encadenaron a la sala y me obligaron a seguir.
...¿Qué es eso? ¡Qué es eso!
¡Quién va!
El gigante desnudo, orgulloso de su triunfo, calló.
Sonreía burlón y me retaba a adivinar su nombre con la mirada.
¡Ah, sí! ¡Te reconozco "Balzac"!
¡Se te ve pomposo, prepotente! ¡Pero te lo mereces, qué diablos!
Humilde, vi las otras obras de la primera planta y subí a la segunda.
Cada paso de mis ojos me descubrían nuevos infartos del alma.
Finalmente, me detuve.
Esperé. Necesitaba esperar. Recuperar el aliento.
Y fue entonces cuando,
en un barrido de la vista,
sobrevolé una serie de pequeñas obras.
"Ya iré viéndolas", me dije.
Pero un reflejo de mármol,
un destello modesto,
una voz casi asmática,
me llamó.
Miré, buscando el origen de la pétrea voz.
El origen estaba dentro de una pequeña urna de cristal.
Tan pequeña que ni una lágrima de los que abajo se besaban,
del que abajo pensaba,
o del que abajo te retaba con su gloria,
hubiese cabido en su interior.
Me acerqué. Con miedo me acerqué.
Era una niña.
Una niña de aspecto triste.
Tan triste que parecía muerta de tristeza.
¡Tan triste, tan triste...! ¡Tan triste, qué me quebró el espíritu!
Su carita me llenó de tanto dolor, que pensé que era mi hija muerta.
Pero no tengo hijas, ni hijos.
¡Y no obstante, tenía tantas ganas de robarla de su prisión!
¡Tantas ganas de llevármela a casa!
¡De abrigarla con mi manta preferida!
¡Aquella que me devolvía mis recuerdos de paz infantil!
¡Quería acogerla en mi regazo y susurrarle:
"Tranquila, cariño. Duerme. Duerme,
que tu padre vela por ti. Hoy, mañana... siempre!
¡Nunca más sola! ¡Tú, nunca más sola!
Empecé a rodear su caja de cristal, como buscando de dónde asirla.
Pero nada. Ninguna grieta. Sólo una plaquita que rezaba algo así:
"Huérfana alsaciana"
La mente se me fue en cábalas.
¡Qué fue de ti tras tu retrato!
¿Se cuidó el maestro de ti?
¿Sí?
¿No?
¡Qué fue de ti, mi niña, mi bien!
¿Acaso te dejaron sola, de nuevo?
¿Por qué parece que hubieras abandonado la vida?
¿O te abandonó ella a ti?
¡Dime, dime!
¡Por los que más quieras, dime!
Pero nada me dijo.
Aunque bajé y subí incontables veces para verla.
¡Jamás he podido olvidarte!
¡No quiero hacerlo,
no puedo vivir sin acompañarte en tu tristeza,
que es mía!
¡He buscado tu retrato en una "cosa" que llaman "Internet"!
¡Uno bueno,
que asfixiara a los demás,
como hiciste conmigo!
Pero no estás. No te encuentro. Por torpeza, mi niña. Seguro.
No quiero pensar que estás incluso huérfana de una buena foto.
¡Hasta en la casa del maestro, huérfana!
¡Quería contar a los demás la historia de nuestro encuentro!
Pero sólo pude escanear mal tu foto y escribirte estas palabras.
¿Que qué es "escanear"?
¿Quieres saberlo?
¡Huye, ven a mi casa y te lo cuento!
¡Te contaré todo lo que quieras!
¡Te daré chocolate caliente, galletas, colores...!
¡Todo lo que quieras, y cariño para toda la eternidad!
¡Ven a casa, déjame ser tu papá!
¡Qué tu soledad es la mía, y ya no la aguanto!
Pequeña, como suspiro de niña.
La encontré en una exposición de Rodin.
Una exposición impresionante, inimaginable en Las Palmas.
Cuando entré en la galería de arte fui buscando lo que todos:
"El Pensador". El hombre de la mandíbula rígida,
tanto que su rostro me recordaba el de Paul Klee,
con las facciones esculpidas, "a dolor", por la esclerodermia.
Y allí estaba "El Pensador"
Busqué también a los amantes de "El Beso":
Allí estaban. Manando desde un mármol espumoso,
hasta hacerse sólidos en su amor.
Me pregunté: ¿Si con sólo dos obras me siento sobrepasado
incapaz de aguantar más sin caer en un abismo de mi mente,
qué podrá ocurrirme si continuo la visita?
Pero la tentación me pudo.
"Las Puertas del Infierno", con sus oscuros hierofantes,
me encadenaron a la sala y me obligaron a seguir.
...¿Qué es eso? ¡Qué es eso!
¡Quién va!
El gigante desnudo, orgulloso de su triunfo, calló.
Sonreía burlón y me retaba a adivinar su nombre con la mirada.
¡Ah, sí! ¡Te reconozco "Balzac"!
¡Se te ve pomposo, prepotente! ¡Pero te lo mereces, qué diablos!
Humilde, vi las otras obras de la primera planta y subí a la segunda.
Cada paso de mis ojos me descubrían nuevos infartos del alma.
Finalmente, me detuve.
Esperé. Necesitaba esperar. Recuperar el aliento.
Y fue entonces cuando,
en un barrido de la vista,
sobrevolé una serie de pequeñas obras.
"Ya iré viéndolas", me dije.
Pero un reflejo de mármol,
un destello modesto,
una voz casi asmática,
me llamó.
Miré, buscando el origen de la pétrea voz.
El origen estaba dentro de una pequeña urna de cristal.
Tan pequeña que ni una lágrima de los que abajo se besaban,
del que abajo pensaba,
o del que abajo te retaba con su gloria,
hubiese cabido en su interior.
Me acerqué. Con miedo me acerqué.
Era una niña.
Una niña de aspecto triste.
Tan triste que parecía muerta de tristeza.
¡Tan triste, tan triste...! ¡Tan triste, qué me quebró el espíritu!
Su carita me llenó de tanto dolor, que pensé que era mi hija muerta.
Pero no tengo hijas, ni hijos.
¡Y no obstante, tenía tantas ganas de robarla de su prisión!
¡Tantas ganas de llevármela a casa!
¡De abrigarla con mi manta preferida!
¡Aquella que me devolvía mis recuerdos de paz infantil!
¡Quería acogerla en mi regazo y susurrarle:
"Tranquila, cariño. Duerme. Duerme,
que tu padre vela por ti. Hoy, mañana... siempre!
¡Nunca más sola! ¡Tú, nunca más sola!
Empecé a rodear su caja de cristal, como buscando de dónde asirla.
Pero nada. Ninguna grieta. Sólo una plaquita que rezaba algo así:
"Huérfana alsaciana"
La mente se me fue en cábalas.
¡Qué fue de ti tras tu retrato!
¿Se cuidó el maestro de ti?
¿Sí?
¿No?
¡Qué fue de ti, mi niña, mi bien!
¿Acaso te dejaron sola, de nuevo?
¿Por qué parece que hubieras abandonado la vida?
¿O te abandonó ella a ti?
¡Dime, dime!
¡Por los que más quieras, dime!
Pero nada me dijo.
Aunque bajé y subí incontables veces para verla.
¡Jamás he podido olvidarte!
¡No quiero hacerlo,
no puedo vivir sin acompañarte en tu tristeza,
que es mía!
¡He buscado tu retrato en una "cosa" que llaman "Internet"!
¡Uno bueno,
que asfixiara a los demás,
como hiciste conmigo!
Pero no estás. No te encuentro. Por torpeza, mi niña. Seguro.
No quiero pensar que estás incluso huérfana de una buena foto.
¡Hasta en la casa del maestro, huérfana!
¡Quería contar a los demás la historia de nuestro encuentro!
Pero sólo pude escanear mal tu foto y escribirte estas palabras.
¿Que qué es "escanear"?
¿Quieres saberlo?
¡Huye, ven a mi casa y te lo cuento!
¡Te contaré todo lo que quieras!
¡Te daré chocolate caliente, galletas, colores...!
¡Todo lo que quieras, y cariño para toda la eternidad!
¡Ven a casa, déjame ser tu papá!
¡Qué tu soledad es la mía, y ya no la aguanto!
2 comentarios:
Es tan bonita¡¡
Si la encuentras...me mandas una copia.
¿Sabes?
Mi retiro fue vital y necesario...
Pero te he seguido...
Y este grito tuyo ha sido el mío...
A veces te sientes en el grito de otro....
No sé si he hecho bien con mi pecado...
Ya vuelvo....
besos
venconmigo:
Me alegra ver tu retorno. Me siento lleno cuando tu presencia asoma por esta casa, que es la tuya. Todos necesitamos equilibrar el tiempo de las palabras y el tiempo del silencio.
Dentro de unos días estaré yo también ausente, para arreglar mi ordenador. ¡Pero, "VENGONMIGO", en cuanto vuelva...ven conmigo!
Publicar un comentario