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sábado, 20 de marzo de 2010

"Insulario", de Alonso Quesada/En el solar atlántico-Cómo se dibujaba la paz aquí

Jardines Alonso Quesada (1950-1955)

 Nosotros hemos querido ver llegar poco a poco la paz en las caras de los marinos alemanes. Como la ciudad es pequeña y los alemanes no abandonan las calles de la ciudad-son como monumentos automáticos en las aceras que cruzan constantemente-en las caras tersas se dibuja cada día, levemente, un diminuto proyecto de paz. La paz era para como una línea imperceptible que iba trazando bajo los ojos y sobre los labios el gesto inconfundible. Ayer, era un milímetro de paz en las ojeras, hoy ya es todo el rostro, extrañamente iluminado, como un venturoso horizonte áureo. Y no sabemos por qué misteriosa emoción las caras nos han parecido más humanas y la mirada con una luz diferente. Estos hombres, tan lejos de la sangre, de la guerra, amansados por el sol africano, civilizados por el libre y amplio mar Atlántico, habían perdido el recuerdo, y las almas, acaso sin odio y sin rencor ya, se volvían honestas y caseras, lentamente, con esa dulce lentitud de la humilde costumbre, con el pacífico amor que da el silencio en un islote perdido sobre el mar. La paz estaba en el espíritu de estos hombres. Las montañas solitarias se la dieron y el sol removiéndoles los corazones, los había dejado como las casas nuevas que abren sus ventanas al viento con nuevos dueños, alegres y nuevas risas infantiles. Hoy, la paz del fondo, viene a flor de piel, y la cara alemana curtida de latinidad se ilumina. Es una plaza en fiesta, la cara. Alegre como los caminos con áureos rameados. Una alegría aldeana que oye repicar en la iglesia la retama en los arcos. Y nosotros, hemos sentido por primera vez ante las figuras nudosas de estos hombres un leve temblor de perdón y piedad. Es tan inocente el gesto, tan pueril el comportamiento ahora, tan limpio de prusianismo que envuelve en el olvido la retumbante actitud de ayer. Y nos hace sonreír graciosamente como ante los niños.

Retama rhodorhizoides (Endemismo canario)

 Los relojeros alemanes han amanecido hoy arreglando sus relojes y sus escaparates. Los escaparates llenos de figuras de mayólica, las figuras de antes de la guerra, unas gordas Doroteas representando la primavera y el verano, la música y la pintura que vuelven a enseñar sus sonrisas económicas ofreciéndose para las nuevas bodas de los ciudadanos insulares; los jarrones de plata alemana, con sus vasos de cristal y sus flores de trapo, los verdes paisajes donde se ven unos chalets encarnados; la Bella Desconocida, muchas Bellas Desconocidas en pasta, barnizadas de oro y verde; las tanagras, las Venus, la ineludible Venus de Milo, en todas sus edades y tamaños; el sereno con su farol y su bombilla eléctrica, los herreros wagnerianos con su bombilla roja, el fuego de la fragua; las pequeñas Hindegardas en la fuente, el vaso romano, todo lo que estaba escondido bajo los mostradores, luce hoy en los escaparates tudescos engalanado de paz universal. Y ellos, los relojeros y sus amigos en las puertas, aguardando jubilosos la llegada de la paz en las puertas, como si la paz fuera a venir en un carro desde el puerto, con todo el aire y la prosopopeya de una retreta militar.
 ¿Dónde está la Paz? Los alemanes adornan sus tiendas para recibir la paz. La paz viene, es seguro que viene. Y sacuden de su memoria el recuerdo de la guerra como los estudiantes, la semana que acaba. "El lunes vida nueva. Esto pasó, ahora hay que estudiar en serio, desde el lunes."

Tanagra; Afrodita y Eros. Es de fines del siglo IV a.C. y mide 18,5 cm. (Museo de El Hermitage)
Original de la Venus de Milo (Louvre)

 Y es que los telegramas de la patria ya no llegan, y si llegan vienen cansados, rendidos, como si pasaran por muchos sitios lejanos antes de llegar a las relojerías. Y los alemanes vuelven los ojos a sus figuras y a sus relojes, y las almas se les estremecen, como si fueran los hijos salvados en la hecatombe. Sus figuras y sus relojes son todo un porvenir. Los mismos rojos relojes palpitan como corazones, los minuteros se agitan como manos pacificadoras y todo en la relojería es de una apoteosis grotesca y sentimental.

      Macetero de Mayólica, fabricado en Alemania
(Imagen hallada en una subasta online)

Modelo de vaso romano

 Ya no importa el dominio, ahora sólo la paz. Pero la paz para ellos es gorda, redonda, como una aldeana de Múnich, como una salchicha de Franckfort. La esperan como quien espera la comida, en derredor de una mesa. Los niños aguardan y se impacientan, las buenas alemanas sonríen y el alemán muy serio y aguzando el oído para sentirla llegar, dice: "¡Esperad un momento! Ahora mismo viene la paz. Se está terminando de guisar." Y los chicos palmotean: ¡paz! ¡paz!
 ¿Para qué tantas ansias y tantos dolores amigos alemanes de la colonia? ¡Vosotros habéis de seguir vendiendo vuestra Venus de Milo que no es alemana y vuestra Bella Desconocida que tampoco lo es! ¿Si tenéis un reloj enorme en vuestra puerta, que tasa el tiempo, para qué queréis más dominio?
 La paz, sobre la tierra será un águila magnífica, con las dos alas abiertas. La paz será la antorcha que la Libertad levanta en New York; será también un grito sereno e infinito sobre los mares. Y bajo el arco del triunfo, el retorno de las fuerzas civiles. Pero la paz que a nosotros, los pobres aislados, nos será dado ver, en esta modesta ínsula de cromo tudesco, es una paz de relojeros que le quitan el polvo a sus figuras, una paz de cabezas calvas, libertadas de las listas negras que se inclinan sobre los relojes descompuestos, o unos ojos cansados que escarbarán en el vientre de los relojes como buscando el tiempo perdido.

 Octubre, 18 de 1918[9-XI-1918]

 Nota de P.J: El texto figura tal y como está en el original. Así, dado el paso del tiempo, es probable hallar diferencias que pueden resultar un fallo, pero que son producto de una cultura o época. Por otro lado, aunque he hallado varias referencias en la red a algunas referencias interesantes del texto, en algunas ocasiones había varios orígenes posibles para un mimo término, por lo cual he preferido prescindir de enlaces que puedan ser incorrectos.

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