Tornan
las inquietantes emociones de la guerra. La isla se ha estremecido con un hondo
temblor semejante a aquel que presintió Darío en los Andes. No hay sangre
humana, ni dolor humano ni humana desgarradura que logre sacudir esta perenne
frialdad de roca como los cambios ingleses. Los cambios ingleses son como una
trágica carta de ruptura amorosa o una carta de resurrección carnal. La isla es
una tienda, un enorme almacén de mercancías silenciosas. El cambio es una
chispa eléctrica, una mirada profunda y removedora. El almacén se acaba de
estremecer con los cambios. La isla tiene el color de un penique, es como un penique
desmesurado, infinito, que hace un montón de millones de peniques, peniques que
se extienden en chelines por las blancas carreteras, hasta bordear la playa
áurea como una libra esterlina inmaculada. No hay cambio de temperatura ni
cambio espiritual. Sólo hay cambios de letras. El sol y el alma tienen un tácito
acuerdo de monotonía y dejadez. El termómetro ni sube ni baja; sólo da estos
deliciosos saltos civilizados, el cambio inglés. No existen peligros de
pulmonías. El pulmón aquí tiene forma y condición de chaleco.
¡Ah...! Un hombre español cruza la calle
estos días: ese hombre español rico y pordiosero, que explota la tierra como
explota al colono. La tierra, resignada y generosa, se le entrega. ¡La explota,
la remueve, la injuria y después ella lo cobija con un amor igual al que ha de
cobijarme a mí, que la beso y la bendigo...! Ese hombre cruza. La tierra está
húmeda, tiene sol en las grietas, se amplía y se extiende con una dulzura
secreta y voluptuosa. El hombre no lo sabe. Corre, abre los ojos como en una
caricatura, mete la cabeza en las puertas de los bancos, "palpa" con sus dedos
la pizarra de los cambios y vuelve a salir desaforado, ingrato: Pisotea la tierra,
la maldice pateando en ella, y alza los ojos al cielo. En el cielo, una figura
de nubes como aquellas alegóricas de Balmes, marca el valor: ¡TREINTA
PESETAS...! ¡Una libra vale seis duros! Ya no hay tierra, ni sol, ni agua
tampoco. Sólo hay un hombre escondido que tira de un hilito maravilloso, en un
retablo que rodea una nerviosa muchedumbre expectante. La pizarra es un guiñol,
y el tres y el cero, los dos títeres de la función desconocida. Un hilo tira y
aparece el tres, otro hilo tira y sale el cero y el uno y el dos... ¿Llegará el
cinco? ¿No habéis visto esos almanaques de cintas por los que se tira para
marcar los días? La pizarra de los cambios es ese almanaque pintoresco e infantil.
Un hombre tira y aparece el12 de mayo, pero si el hombre quiere, aparece
también el 30 de junio, siendo el mismo 12 de mayo. La pizarra de los cambios tiene
un hombre oculto que asusta las almas febriles tirando por las cintitas
ominosas. Y siendo enero, será .junio si el hombre lo desea, aunque el humano
tirite de frío y el hielo le raje los dedos asombrados.
¡El cambio! Todo un porvenir de emociones. El
alma insular es un cambio de bolsa. El cambio sube, el cambio baja. El corazón insular
se contrae y se dilata: 23,00 pesetas, diástole; 24,00 pesetas, sístole; 40,00
pesetas.... ¡Ah, cuarenta pesetas, aneurisma....!
El mar es un cambio y los montes y el amor,
pero un cambio frío. No hay carreteras, no hay calles, en esto nada cambia la ciudad.
Sólo cambia el valor del negocio ruín. El egoísmo es una pizarra fúnebre. En el
egoísmo se escribe el cambio. EI hombre rico y pordiosero ha cambiado sus libras,
pero no la delicadeza ni la sensación. Ahora la isla entera se retuerce como
una anguila, sintiendo el arañazo mercantil sobre su lomo... i
¿Por qué han subido los cambios tan
súbitamente? La peseta no tiene valor. ¿No hay dinero hispánico en el mundo....?
¿Los yankees se han propuesto vejarnos más? ¿Es una combinación yankee esta
subida de los valores ingleses, italianos y franceses? ¿Hay una razón de
«postguerra» para esta trágica variación? ¿Por qué pierde España siempre? ¿Por
qué los yankees desprecian todavía a España...?
Y el hombre leído piensa que los yankees se
entusiasmaron con las "Goyescas” del señor Periquet y con Blasco Ibáñez, y que
"El Gran Galeoto" se suele representar con éxito traducido al inglés...
¿Blasco Ibáñez no ha sido bastante a bajar el cambio? ¿Entonces para qué esas
monsergas de la Hispanic Society? ¿Y los 100.000 ejemplares de “Los cuatrojinetes” del señor Blasco? ¿Valen más los 100.000 jinetes? Sí. En España
cuestan un duro, pero los americanos dan cándidamente por ellos 7,85. El español
insular ante estas cosas anómalas no comprende. Las aguas del Atlántico están
incólumes, pero el cielo insular tiene una blanca estela sombría. Colgados de
los hilos del teléfono sin hilos están un 3 y un 1 pavoneándose gentiles....
Un inglés se acerca y dice: “La libra tiene
que valer más. Inglaterra no puede estar más bajo que España. El señor Allende
es un pequeño remedo del señor Lloyd George. Una libra ha sido siempre un
rosbif, aunque hubo una desgraciada época que era una triste lasca de casa de
viajeros de Madrid. El cambio tiene que subir mucho. España es un país de
refranes nada más, un país de sombrías tradiciones. ¿No dicen ustedes que las
cosas buenas entran pocas en libra? La peseta es lo mejor que ustedes tienen en
España. Por eso tienen que entrar pocas en libra. En España tienen bastante con
el Cid y con don Manuel Linares Rivas. ¿Para qué quieren ustedes una libra por 20,00
pesetas? ¿Qué van ustedes a hacer con una libra tan barata? Con 20,00 pesetas
no se va cómodamente ningún sitio. Ni a los toros”.
Un francés dirá que en Francia jamás perdió el
valor el franco, que sólo lo perdió en España, por las malas traducciones. "Hace
falta -dirá- un buen traductor para que se vea claramente el puro valor de los
napoleones. En cuanto aparezca un señor Ruiz Contreras de la Bolsa, es cuando
podrá verse en España todo lo que vale un franco."
¿Por qué habrán subido los cambios de esta
guisa tan desmesurada, para dejar más viuda aún la peseta española...? El
insular no lo comprende.
Pero hay que reconocer sinceramente que en un
país donde se llama a Raquel Meller "genial" cupletista, actor
elegante a EmilioThuillier, gran orador al señor Vázquez Mella y además lo cree
la gente, la peseta no podrá valer nunca...ni dos pesetas...
Día
de la Subida de los Cambios. 1921, mayo [l-VI-1921]
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