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sábado, 5 de noviembre de 2011

"Insulario", de Alonso Quesada/Pequeñas crónicas-LONDRES

Londres en 1920

  Estoy en Londres. Hace un frío terrible y no se ve a dos pasos de distancia. El olor de una pipa inglesa que cruza a mi lado, no sé si sola o con un inglés adjunto, hace mi ilusión más perfecta. Estoy en Londres. El tránsito silencioso, el frío, la niebla... Todo es gris, de un gris sucio. Y este barranco que hoy se examina de río, desbordado de la cumbre, puede ser muy bien el Támesis magnífico. ¿Dónde están las doradas playas de África? ¿Dónde el mar Atlántico y el cielo y es Sol y todas esas cosas alegres y sonoras que aman tanto los ingleses de la colonia? El cielo, el sol y el mar han desaparecido. Las playas berberiscas, por donde ha pasado un viento iracundo, han caído como una lluvia apocalíptica sobre la ciudad atlántica. Los ingleses están aterrados con este pequeño Londres que se venga de sus ausencias y de sus olvidos patrióticos. Pero yo estoy contento de estar ahora metido en un desierto lugar, donde puedo cerrar mis ojos y morir en un instante. -"Como en Londres"- dice una voz a mi lado. -"Lo mismo que en Londres"-. Es un inglés que pasa. Y la lluvia menuda, la densa niebla y el frío espantoso se tragan la luz, el azul y el oro de la isla. Unas sirenas claman en la bahía. Frente a las playas cruzan los barcos pidiendo ayuda, como si atravesaran el Támesis sombrío. Todo tiene el húmedo silencio de las almas británicas. Estamos en Londres. Dan las dos de la tarde y las campanas del reloj suenan tiritando, se parten en medio de la niebla y vuelven a sonar solas y lejos del reloj. Los insulares encienden las luces de sus calles y se llenan los cafés donde corre el whisky.
 Un voz. Otra voz. Voces acompañadas de humedad, como los cristales. Un comisionista catalán a la puerta de una pañería exclama: "Deu" Un empleado de hacienda recientemente destinado dice:-"Me dijeron que aquí no llovía jamás". Y el isleño oficioso, cuidadoso del forastero, el isleño vago de los casinos tranquiliza: -"Es el simún, señores. El viento del Sáhara que nos hace una visita cada diez años."
 Verdad. El simún ha estallado sobre el desierto. Arrastró los mares de arena y nos revuelve como si fuéramos un hoyo. Llueve arena roja, mezclada con agua sutil. Cuando el sol hace un esfuerzo supremo y atraviesa las nubes grises, la ciudad adquiere un resplandor sangriento. Es un espectáculo extraño y terrible. El alma se incendia también y se eleva a través de esa niebla maldita, como un llama inmensa. Acabóse la dulcísima honestidad azul del cielo, la discreta brisa del mar, el manso paisaje de la estúpida primavera. Hay una cosa que revuelve el paisaje y nos empuja hacia la embriaguez revolucionaria. La naturaleza está bien ahora, levantando la mano y descargándola cruel sobre los hombres y las rocas. Suena un grito en el cielo. Un cura pudiera decir que es la voz de Juan anunciando las afamosas visiones.
 Pero todo es solamente un instante. El momento de la llegada nada más. Después de todo queda obscuro, lento, húmedo, frío... Un día, otro día. Londres. Parece que no se va a acabar. Nos disponemos a procurar los abrigos, los impermeables, los chanclos de goma.

Foto antigua de Las Palmas bajo el simún (más conocido en Canarias como calima)

Schistocerca Gregaria (tipo de langosta  o cigarrón, citado por el autor)

 El isleño encanecido de sol, siente el frío llegar por las rendijas de su cuerpo y se esconde de noche en su casa. De noche no transita nadie. Llueve, llueve agua y arena. Y de rato en rato un estampido del viento levanta la isla del mar.
 El desierto cercano nos manda cada diez o doce años este presente áureo. Después, el ciervuno cigarrón berberisco aparece en pelotones interminables. El viento y la arena son los precursores de esta plaga. Pero como esta vez la lluvia ha sido única, pues jamás llovió tanto y el mar nunca levantó olas tan grandes, el cigarrón se ha ahogado en el camino. Así pudimos impunemente celebrar las elecciones municipales, aunque la niebla y el polvo reflejaban las urnas.
 El elector asustado con el viento ha derrotado al poder. No era posible, después de este cataclismo, aventurarse a sufrir dos años el otro. El viento era africano, viento berebere, pero parecía viento ruso, renovador. Y como los volantes no podían ser vistos, he aquí que la desnuda libertad penetró en los colegios sin temor a las represalias. En silencio, cayeron las papeletas, y cuando el escrutinio llegó, la sorpresa fue más terrible que el simún. Aturdidos de la niebla, temblando de frío, los interventores leían estupefactos los nombres contrarios. ¿Era la langosta que se adelantaba...?
 Hoy ha vuelto la luz solar descaradamente y la ciudad escondida tres días bajo la niebla ha surgido toda enjalbegada de ocre. ¿Está bella así...? Esta inquientante visión de hierro oxidado le da un aspecto de antigüedad y lejanía muy propio del espíritu político e intelectual de sus habitantes. Como las cerraduras herrumbrosas, como las verjas roídas de orín.
 Hemos cruzado por las calles sintiendo el rojo terroso de las casas incrustándose en el alma, interrumpida por la herrumbre que no enviaba el cielo. Y la gente cruzaba roja de color como las casas. Los trajes y las paredes parecían de un color que fue negro y que mal entintado se tornaba ocre también.
 Pero nos gustaba más Londres. Tenía la niebla una cordialidad mejor. Empujaba hacia el hogar sereno. La lluvia menuda, las luces entre la niebla... ¿No se puede uno amar más íntimamente en medio de este frío y de esta obscuridad? El sol y el mar extienden los amores. Hacen un horizonte muy lejano y más eterno para el amor. Las calles neblinosas y acortadas nos unen más los espíritus. El frío nos acerca el corazón...
 -¡Cómo llueve, Mr. Reeve...! -Y nuestro amigo el inglés nos responde: "Sí. El segundo día fue como Londres. Mucho gris y mucho frío..." Y nosotros continuamos:
 -Más hermoso así. ¿No se aman ustedes más en Londres?
 -¡Psch...! No hay tiempo.

Canarias, febrero de 1920[28-II-1920]

5 comentarios:

Anónimo dijo...

hola historiador, que bueno es leer,con la calma que transmites!
un abrazo enorme
lidia-la escriba

Anónimo dijo...

Un abrazo Preste Juan. Aunque no soy tan prolifico como tu o como yo quisiera, siempre intento poner otro grano de arena en el desconocido tema de nuestra Historia vernácula.
Me alegra enormemente que te haya gustado.

coco dijo...

Disculpame: Se me escapó el baifo.

Preste Juan dijo...

lidia:

Hola, amiga mía. Espero poder visitar pronto tu blog. Que está destinado a un hueco especial en una sección nueva.
Un abrazo.

Preste Juan dijo...

coco Anónimo:

Lo bueno no es ser prolífico, sino "grande". Ese es tu caso. Un ejemplo.