Capitán ingles (1907-1909)
Siguen llegando ingleses desmovilizados; llegó Fargher, llegó Bird, llegó Morgan... Ya no son aquellos sencillos mecanógrafos de antaño, hoy son coroneles, capitanes; y la máquina donde escribieron ayer y vuelven a escribir hoy, podrá ser una máquina histórica si le ponen una placa con el nombre del inglés. Una placa como en los pianos de isla donde tocó Saitn-Saens, cuando el famoso músico pasaba aquí sus inviernos. Estos pianos dicen: "Aquí escribió sus cartas pidiendo galletas a Peek Frean (enlace en inglés), el señor Jorge Fargher, capitán del Durham Light Infantery (enlace en inglés), de la guerra europea". Y todos los ingleses que vengan después, a escribir a esta máquina, escribirán medrosos, temerosos como las señoritas insulares al sonar un pasodoble español de Chueca en estos pianos donde las propias manos del autor francés tocaron la "Danza macabra".
Bird no fue capitán. El único que no fue nada. Bird, era un inglés que bebía mucho, que estaba borracho siempre. Una de sus borracheras lo embarcó para Inglaterra y otra borrachera lo ha retornado a Canarias. En el frente, por sus condiciones de hostelero, fue nombrado cocinero, pero hoy dice él que ha sido valiente soldado. Y con tal firmeza lo asegura que casi es posible el ponerle una placa en su cocina.
Estos ingleses que no han sido héroes nunca, que jamás tuvieron belicosidad, sienten ahora un tenue deseo de ser ilustres de la guerra. Y lo primero que han hecho es pedir más sueldo. Como si cobraran por los dos oficios: el de coronel y el de mecanógrafo. Escriben menos cartas y toman más té. Los empleados españoles que trabajan con ellos, tienen ahora que aguantarles, sobre su mala crianza de ayer, su celebridad de hoy. Una celebridad familiar, claro está, porque los éxitos de estos ingleses no han trascendido de la colonia. Aquí, en la colonia, se consumen como si fueran un artículo colonial más. Nos traen los barcos junto a los artículos comestibles los éxitos de nuestros amigos. La plaza insular está llena de éxitos, pero los éxitos se van gastando poco a poco y llegará un día en que no queden más que las placas en la Monarch, en la Smith o en la Remington, si se decidieran estos otros ingleses jefes que no fueron a la guerra, a hacer este pequeño homenaje a sus valerosos subordinados.
Bird, Fargher y Morgan, han cerrado juntos esta noche. Al finalizar la comida ha llegado el profesor Duncan, del cual hemos ya hablado en otro artículo. Mr. Duncan no se interesó más que por Lloyd George. Para él no ha habido batallas, ni triunfos, ni paz, sino Lloyd George. Y como su borrachera lo eleva a las altas regiones de la idealidad, en cuanto divisa a Bird, a Fergher y a Morgan comiendo, se dirige a ellos para preguntarles por Lloyd George. ¿No habéis visto a Lloyd George?
Bird no lo ha visto, ni Fargher tampoco, pero Morgan sí lo vió. Y Mr. Duncan se acuerda entonces de la carta que él tiene de Lloyd George y que no ha abierto aún. "Lloyd George me escribió. Pero yo no he querido abrir la carta, no la abriré nunca, la abrirán mis herederos. Es una carta sagrada."
Fargher, Morgan y Bird sonríen mientras aparecen un nuevo personaje, que los ha hecho sonreír más; un personaje alegre, a pesar de sus aspereza, claro y espumoso. El personaje de siempre: Mr. Whisky. La bebida silenciosa y humorística que es como los propios ingleses de la colonia. Una cosa sin sabor, rubia y acuosa, que parece no decir nada, ni producir nada y que de pronto todo lo dice, todo lo produce. Un inglés que no hace más que sonreír, sonreír dentro de un vaso y que al fin dice su palabra graciosa en medio de un silencio correcto y británico.
Duncan bebe whisky y exclama: "Lloyd George, ¡oh!" Fargher, añade: "Yo soy un patriota" y Bird y Morgan, dicen: "Nosotros también somos patriotas. Todos somos patriotas menos Benson".
La bahía, desde "La Isleta", por Luis Pérez Ojeda (1900-1914)
Benson, es el único joven inglés de la colonia que no ha ido a la guerra. Benson no estaba conforme con esta guerra. No hacía falta además. Así lo dijo siempre: "Yo no hago falta. ¿Para qué voy? ¿Qué van a hacer con una persona más, ni con una persona menos se va a perder".
Por este casi lógico argumento. Benson no es patriota. Fargher, Morgan y Bird dicen que Benson no podrá entrar más nunca en Inglaterra. Y Duncan añade que si Lloyd George sabe que Benson no ha ido a la guerra sentirá por él un profundo desprecio...
Nuestros amigos después de esta conversación salen a la calle y como ya han estado en la guerra y son casi hombres se van a pasar la noche en una casa secreta.
Antes no era limpio entre estos ingleses ir a estas casas. Pero ahora, avezados al lodo y al fango de las trincheras, tantas veces al borde de la muerte, Fargher, Bird y Morgan, dicen que no es absurdo visitar la casa de unas damas deshonestas.
Y es que todos ellos están heridos en las ingles. ¡Oh, estas heridas indiscretas que no se pueden acreditar fácilmente! Y nuestros amigos necesitan enseñar sus heridas para recibir la admiración y el homenaje español.
Faltan por llegar más ingleses todavía. Fargher, Bird y Morgan nos dicen que la próxima semana llegarán Kelly y Jones. Estos dos ingleses no han sido tan héroes como ellos, pero Kelly ha visto a Lloyd George y tendrá, por lo menos, la admiración que para todo el que ha visto a Lloyd George, tiene el famoso Mr. Duncan.
¡Dulces ingleses que volvéis a la colonia...! ¡Amigos de ayer, tan brutos, tan coloniales, gentes de los diques y de los smokings sin planchar, bienvenidos...! En la misma falda de la isleta, en esta clásica montaña con que termina el istmo de Guanarteme, habría de colocarse una enorme plancha de metal que dijera: "Dentro de esta isla española, tan pintoresca, hay cuatrocientos ingleses heridos en la guerra europea".
La isla adquirirá entonces la fama que le falta a pesar de sus bananas y de vuestro carbón. Y tendrá de este modo, mañana y para siempre, igual prestigio que los pianos de estos burgueses insulares, donde el infantil y glorioso músico chiquitín arrancó los primeros acordes des sus "Bárbaros".
Gran Canaria[29-IX-1919]
No hay comentarios:
Publicar un comentario